Gibraleón 11 de febrero de 2015
Desde que supe que estaba embarazada,
sentí mucha emoción y me cuidé mucho para que llegaras sano y saludable, aunque
te confieso que, algunas veces, caía en la tentación o cedía a tus pedidos
exitosos.
Ah! Ni te imaginas la cara que puso tu papá
cuando supo que serías niño... Se sentía
muy feliz. Estábamos ansiosos de conocerte.
La mañana que decidiste nacer, estaba
agotada. No obstante, me quise hacer la valiente y te parí sin ayuda. Estaba
sacando fuerzas de lugares impensables. Yo también quería conocerte…
Y ese momento llegó. No paraba de olerte y
decirte lo mucho que te amaba. Te quise al instante. Hijo, cada paso que di, lo
hice siempre pensando en ti y en tu bienestar. No fui, soy o seré la madre perfecta,
pero siempre me esfuerzo, no te quepa la menor duda.
Te amo y te amaré desde siempre y hasta
siempre. El día que te conocí fue el más feliz de mi vida y ¿sabes por qué?,
porque ese día naciste conmigo.
PD.- Su autora ha
querido permanecer en el anonimato, pero podría ser cualquiera de las
adolescentes que conviven, día a día, en nuestro centro y que se esfuerzan en
salir adelante de los inconvenientes y golpes que, de vez en cuando, les da la
vida. Un fuerte abrazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario