viernes, 19 de diciembre de 2014

HISTORIAS COMPARTIDAS 2: El reloj

       Alba lloraba la muerte de su abuela, había sido como una madre para ella. Entre sollozos abrió la puerta. Su madre llamaba: ” Alba, hija, te traigo un regalo que te ha dejado tu abuela”.
           La chica miraba con fascinación el viejo reloj, sabía que tenía algo muy especial.
Esa noche la niña no podía dormir, estaba inquieta por todo lo que había pasado ese día, pero se acordó del medallón de su abuela y eso le dio fuerzas. Bajó de la cama, se puso sus zapatillas y cogió con sigilo el artilugio. Miró todos los detalles con mucha atención. La cubierta, al parecer de plata, era fría y mostraba grabados chinos de oro. Recordó que su abuela siempre había sido muy fanática de la cultura china. Al abrirlo vio su engranaje. Su funcionamiento era diferente al de los demás, las ruedas dentadas giraban hacia la izquierda. Sin duda ese reloj era muy especial; en la parte de atrás, encontró  una ruedecita marcada con unos símbolos.

La curiosidad hizo que Alba girase la rueda y  marcó -5 y, cuando pestañeó, se encontraba de nuevo llorando en su cama. Volvían a ser las siete de la tarde. Sorprendida, presionó el botón de retorno y, en un abrir y cerrar de ojos, de nuevo era medianoche.
Se le ocurrían muchas cosas que podía hacer con ese mágico reloj, pero su prioridad era encontrarse con su abuela.
-Abuela…- pensó.
Volvió a acariciar el reloj y , mientras lo pasaba de una mano a otra, pensó que, de caer en las manos equivocadas, aquel artilugio dejaría de ser un simple reloj con grabados de la dinastía Ming para convertirse en un arma capaz de cambiar la realidad en la que estaba viviendo. Si utilizaba el reloj para volver al momento en el que su abuela todavía seguía con vida, con el simple hecho de tocar, decir o hacer algo, podrían cambiar infinidad de cosas en el presente.
“Hasta mi propia existencia…” comprendió, y un débil escalofrío recorrió su espina dorsal.
Pero, si el reloj era peligroso hasta ese punto, ¿por qué su abuela se lo había dado?, ¿por qué se preocupó por dejarlo en las manos de su  nieta?
Puede que su abuela hubiera pensado que aquella era la única manera de proteger un objeto tan valioso y destructivo como aquel.
Mientras seguía pensando, se formó en su cabeza la imagen nítida de una anciana, cuyo pelo largo y ceniciento caía sobre unos hombros cansados ya por el tiempo. Su delicado rostro estaba cubierto de arrugas que, al utilizar maquillaje, provocaba que leves hendiduras se abrieran en él. Sus ojos, parecían dos esferas de aguamarina que iban y venían de un lado hacia el otro.
Al pensar en todos esos rasgos de su abuela,  una de las personas que más quería y admiraba en este mundo, el deseo de volver a verla y al menos decirle adiós, se apoderó de su corazón. Se secó las lágrimas que surcaban sus mejillas con  la manga de su camisa; respiró profundamente y giró la ruedecita del reloj con los dedos temblorosos.
Al girarla, todo su mundo cambió. De repente, apareció en una calle, enfrente de una casa peculiar. Era verano, ya que hacía mucho calor. El tiempo volvió hacia atrás  50 años, donde aún su madre no vivía. Una mujer muy guapa, vestida de blanco, salió de aquella casa. Alba la observó detenidamente  y se dio cuenta de que era su querida abuela. Le entraron ganas de ir a abrazarla, pero pensó que no la creería. Comenzó a seguirla disimuladamente. Su abuela miró hacia atrás y se sorprendió un poco, pero  siguió hacía delante. Se paró después de andar unos doscientos metros, se giró y anduvo hacia ella.
Le preguntó qué quería. Alba, asustada por no saber qué hacer, ni qué decir, le explicó que era su nieta.
Ella dijo que era imposible, como era de suponer, ya que no tenía ni hijos aún.
Alba le dijo que le contaría todo, pero en algún sitio más tranquilo. Su abuela aceptó y fueron a una cafetería que estaba enfrente. Alba se lo contó todo y, en ese instante, su abuela se acordó del viejo reloj que le había regalado su abuela cuando murió, al igual que haría ella con sus futuros nietos.
Fueron rápidamente a la casa de la abuela, ya que allí estaba el viejo reloj. Hicieron lo mismo que había hecho Alba, pero surgió un inconveniente: al girar la pequeña rueda del reloj, no ocurrió nada, las dos se quedaron mirándose muy asombradas. Pensaron que el reloj aún no  era mágico, que, a lo largo del tiempo, le ocurriría algo que les diese la oportunidad de viajar en el tiempo. Las dos pasaron una espectacular tarde  juntas, sin darle importancia a lo del reloj.
Cuando dieron las nueve de la noche, se despidieron con mucho cariño y, de repente, el reloj empezó a brillar y Alba desapareció. Se encontraba de nuevo en su casa. No contó nada, porque como todos sabemos, nadie la creería.
 Relato comenzado por  SILVIA MARÍN GONZÁLEZ  (1º Bachillerato).

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